martes, 12 de agosto de 2008

Foro de Vía Campesina en Rosario


Participar en el Foro de la Vía Campesina, realizado en el club Libertad, los día 10 y 11 de agosto de 2008, nos permitió compartir y aprender de la experiencia de lucha y resistencia de las familias campesinas organizadas que trabajan por la tierra, el agua y el aire, por mantener condiciones dignas de vida en sus comunidades, produciendo con criterios agroecológicos.
La soberanía alimentaria, a diferencia de los modelos del negocio con monocultivos, protege el futuro de la naturaleza y de la vida social igualitaria y solidaria. Invitados a conversar con los participantes al foro en la mesa “mercados locales: alianzas entre productores de alimentos y consumidores”, intentamos aportar al dialogo algunas ideas sobre el problema del mercado de consumo en concordancia a las prácticas de la economía solidaria. El Foro nos permitió reencontrarnos con los compañeros y amigos del Movimiento Campesino de Santiago del Estero y conocer a los productores de la Unión sin Tierra de Mendoza y de la Red de Comercio Justo de Córdoba quienes trabajan promoviendo las producciones de los campesinos del norte de Córdoba.
A continuación publicamos las palabras brindadas en aquella oportunidad:

Algunas ideas sobre la práctica de Nodos de Distribución Solidaria

Como miembros de una pequeña organización de productores urbanos, queremos aportar algunas reflexiones sobre “el consumo”, como idea y como hábito social, que se derivan de nuestra práctica. Esperamos que el diálogo al que generosamente nos invitan, pueda servir para encontrar un lugar comunitario entre organizaciones extensas de productores campesinos y pequeños movimientos sociales urbanos que trabajamos con la idea de llevar adelante formas económicas solidarias.
Nuestra organización nació en Rosario, a principios del 2002, como nodo de un club de trueque que por aquellos años se habían multiplicado en la medida en que grandes sectores populares y de clase media urbana empezaron a sufrir los golpes de la política neoliberal de los gobiernos argentinos durante la década del ´90. El 2001 significó entre muchas cosas, que esos sectores populares y medios de las ciudades se reconocieran, en la amenaza de la marginación social, con los sectores que históricamente vienen soportando situaciones de injusticia, como los productores campesinos e indígenas de las provincias argentinas.
Ya en la red del trueque en la que participamos, vimos que para generar espacios con nuevas prácticas de encuentro solidario debíamos cuidarnos de no repetir aquellas costumbres que hacen que en el capitalismo siempre gane el más fuerte, es decir el que tiene más capital monetario acumulado. Porque con crisis y todo en los trueques, que nos sirvieron como lugar de encuentro popular y espacio de aprendizaje del funcionamiento económico básico, muchas veces “ganaban” aquellos que teniendo unos pesos más en el bolsillo podían “revender” los productos de primera necesidad que otros requerían. Desde aquel principio, nuestro nodo se había definido como un espacio exclusivo de intercambio entre productores directos, dejando de lado a los que solo participaban “revendiendo” muy caro lo que no hacían. Hoy pensamos que habernos definido como productores en aquel momento nos salvó de la desaparición cuando los trueques comenzaron a caer por sus propias incongruencias y vicios.
Si bien con el pequeños grupo que quedó trabajando, seguimos practicando hasta hoy día el intercambio con una moneda social propia, comenzamos a recorrer otros caminos de la economía solidaria. Formamos la cooperativa Mercado Solidario Ltda, que nuclea a diversos emprendimientos de productores de bienes y servicios, abrimos en el barrio Pichincha un espacio para mostrar lo que hacemos y comenzamos a relacionarnos con otras organizaciones porque sabemos que una verdadera economía popular se construye en el encuentro igualitario con los otros, en el consenso y el aprendizaje humilde, que no intenta imponer con las palabras sino que cosecha aquello que viene compartiendo en la vida.
En nuestro aprendizaje como productores, vimos que no basta con saber hacer bien los pasos del proceso técnico de lo que vayamos a fabricar, sino que quedaba por resolver una cuestión muy difícil: ¿cómo promover la comercialización de nuestro trabajo dentro de la lógica de la economía social solidaria?
La primera cuestión que nos preocupaba era cómo encontrar los espacios que nos permitirían hacer recircular la vida económica, más allá de la mayor o menor capacidad que se tuviera para generar bienes para el autoconsumo (como seguramente es el caso de los productores campesinos, que pueden procurar su propio alimento de manera más extensa, situación más difícil en las ciudades).
Llegados al punto problemático de cómo comercializar nuestra propia producción de bienes y servicios, se nos aparecieron otras preguntas. Son esas preguntas y sus posibles soluciones las que queremos poner en común en este encuentro de la Vía Campesina.

¿Las costumbres de los consumidores modernos son un mal necesario?
Una primera cuestión que queremos recordar junto a Uds. es un hecho político marcado por la presencia de la figura del consumidor y la necesidad de su defensa en dos artículos de la última Constitución de la Nación Argentina del año 19941. Nos parece muy importante para tener en cuenta que, en el mundo del capitalismo trasnacional y financiero, comiencen a aparecer otras figuras jurídicas junto a la de ciudadano. La forma “ciudadano”, había cumplido durante mucho tiempo el papel preponderante, muchas veces formal, dentro del funcionamiento social político de las sociedades. Por supuesto que no todos los miembros de una nación, más allá de las palabras de la constitución, hemos sido tratados como verdaderos ciudadanos en un pie de igualdad (no es lo mismo ser ciudadano de clase media en el centro porteño, que serlo en tierra adentro en el Chaco o Santiago del Estero, por Ej.)
Pero formalmente, el ciudadano es la figura que representa los derechos soberanos del pueblo. ¿Por qué, entonces se habla en la última Constitución también de Consumidores, y no solamente de Ciudadanos? No pretendemos hacer una crítica del problema jurídico, ni siquiera estamos diciendo que el texto no pueda leerse hasta como una reivindicación de carácter progresista, sino que nos parece que deberíamos pensar cuál es la posible trampa que se nos esté colando en la figura del Consumidor y sus derechos.
Por un lado, es evidente que la forma consumidor es una de las que más se remarca en los medios publicitarios y en la oferta de los grandes productores de mercancías y de los monopolios de servicios de alta tecnología (como por ejemplo las telefónicas). Ante el poder del capitalismo pareciera que el mundo se diferencia entre los grandes productores (consorcios de capitales inmobiliarios, pooles de siembra de soja, fábricas de automóviles, fábricas de cerveza, etc.) y los consumidores. Esta idea oculta hasta la verdad más evidente: que los consumidores de las ciudades no son otra cosa, en su mayoría, que empleados que consiguen dinero ofreciendo su capacidad de trabajo. Sin embargo para la publicidad y en buena medida para la psicología de buena parte de las masas no son identificados como otra cosa que consumidores. Esta psicología se verifica en la manera en que una parte importante de las angustias sociales se contrarrestan en el fulgor ilusorio de los grandes centros de consumo como los shopings urbanos. Si para una parte de la sociedad el Ser se consigue consumiendo, no es ilógico que el consumo defina una nueva forma de participar en el mundo. Para decirlo de otra manera una forma política que reserva a los seres humanos la recepción pasiva de las mercancías (no es una idea nueva para el capitalismo pero nunca tal vez había sido tan poderosa).
Retomando el problema y las necesidades que los movimientos sociales, grandes o pequeños, rurales o urbanos, enfrentan para colocar su producción en un mercado regido por la competencia y la apropiación desigual de la renta y las ganancias, nos preguntamos si también tendremos que apelar a la figura del consumidor, o mejor dicho a sus hábitos, para hacer subsistir y crecer nuestras prácticas de producción basadas en la autogestión y el asociativismo. Como ejemplo de este problema podríamos contarles una de las muchas experiencias que enfrentamos a la hora de ofrecer nuestra producción y la de otras empresas sociales, en el ámbito de la ciudad de Rosario.
Una de las primeras cosas que nos habíamos preguntamos fue cuál debe ser el lugar adecuado para mostrar esta forma de trabajo asociativa. Porque los productos pueden ser semejantes en cuanto a su utilización, un tomate cubeteado de una gran fábrica o uno producido por una organización campesina, se pueden usar para hacer una salsa. La persona que lo compra no va a distinguir en primera instancia que la calidad ambiental y social de ambos productos son radicalmente diferentes. Y que los beneficios que obtienen directamente sus productores reales también son diferentes.
Entonces ¿debían estar en los mismos puestos de venta las producciones de las organizaciones sociales que los productos típicos del capitalismo? Nuestro almacén fue la pequeña respuesta que encontramos, más allá de entender que muchas veces las necesidades de subsistencia de los grupos requieran el ingreso de los productos al sistema de distribución del mercado capitalista. Igualmente pensar en espacios nuevos acordes con las producciones de la economía solidaria, no resuelve el problema de la comercialización. Hay que encontrar a las personas interesadas en obtener nuestros productos venciendo un peligro siempre cercano: el de la compra culposa que se convierte en dádiva.
Retomemos el ejemplo que queríamos contarles. Para acercarnos a esas personas interesadas en esta forma de producir, tomamos una práctica que vienen desarrollando los compañeros de Puentes del Sur, la de la lista de productos que sirve como guía de compra entre las personas a las que nuestras organizaciones las hacen llegar. Variando ese modelo, primero intentamos ofrecer una bolsa con productos básico de consumo masivo, pensando que sería más fácil proponer el acercamiento a productos que se consumen en forma masiva (yerba, tomates, fideos, etc.)
La aritmética aparentaba sencilla: sólo se trababa de proponerle a los “consumidores” cambiar los mismos tipos de productos de empresas formales por otros pertenecientes a organizaciones autónomas y solidarias. Sin embargo en la práctica no resultó así, en buena medida algunas personas allegadas a las que les ofrecimos la bolsa de productos de organizaciones sociales nos planteaban que la forma “canasta” conllevaba la idea del bolsón típico del asistencialismo, vinculado a la cobertura de necesidades de la pobreza, que su formato era demasiado rígido en relación a la oferta de consumo flexible a la que los habitantes urbanos estaban habituados en los supermercados y shopings.
Hoy en día, para cubrir algunas necesidades de reproducción económica insalvable de nuestra cooperativa y permanecer en la práctica solidaria del intercambio con otros grupos productores, como el Mocase por Ej., seguimos apelando a la venta en nuestro almacén, a las listas de distribución de productos, a la entrega a domicilio, a la participación en ferias callejeras, con el incentivo de estar ayudando al crecimiento de nuestro espacio y a las relaciones de intercambio social y político con otros grupos. Ya que en concordancia con los principios que encontramos en nuestro origen como colectivo, los beneficios que podamos conseguir deben surgir de nuestra propia producción y el trabajo que se realice en la comercialización de otras producciones debe ser solidario, sin desconocer que el beneficio que obtiene la cooperativa es el de seguir aumentando la cantidad de productos que podemos ofrecer en nuestra sede, provenientes del esfuerzo de otras organizaciones con las que nos consideramos hermanados.

¿Hasta que punto deben separar las organizaciones populares la producción y el consumo?
Habiendo repasado que muchas organizaciones sociales y productivas pueden llevar adelante instancias de autoconsumo y soberanía alimentaria (por la forma de tratar el medio ambiente y los procesos técnicos no industrializados) y procurarse una parte importante de lo necesario para vivir, la mayoría enfrenta el problema de comercializar el excedente o el total de lo producido para poder volver a retomar el ciclo de compra de insumos y mantenimiento de sus máquinas y herramientas, pensamos que las formas de oferta que normalmente usamos en las ciudades deberán mantenerse y reinventarse (ferias, almacenes de comercio justo, venta por listas, acuerdos con mutuales de trabajadores o sindicatos, cooperativas de consumo, etc.).
Aunque empezamos también a preguntarnos si una forma de organizarse para la defensa de los derechos a la vida y el medio ambiente, una forma autogestiva y asociativa de producir, lejanas en la mayoría de los casos de la explotación de mano de obra, no debería también comenzar a pensar en el desarrollo de espacios de propiedad colectiva de los bienes a distribuir.
Sabemos de la existencia de redes de hecho que vinculan en un mismo espacio producción e intercambio y venta al mercado formal, nosotros participamos en varias de ellas, como el encuentro que se realiza en la Casa de Burbuja Latina en Bs As. (donde también participan la Red Tacurú y Puentes del Sur) o las reuniones que venimos gestando con quince organizaciones variadas de Bs As, Chaco y Bariloche con el nombre de Red Argentina de Comercio Justo. U otras redes con las que tuvimos la alegría de encontrarnos en este Foro de la Vía Campesina como la Red de Comercio Justo de Córdoba. También sabemos que aunque muchas veces usemos el nombre de Comercio Justo, nuestras prácticas están bastante alejadas del formato europeo, en la medida en que no se trata de mantener la distinción “productores de bienes primarios del tercer mundo y distribuidoras y tiendas de reventa del primer mundo”.
Una experiencia que queremos compartir, y que seguramente se complementa con muchas otras que algunos grupos aquí presentes vienen realizando, es el encuentro que nuestro Mercado Solidario tuvo con los compañeros de la Cooperativa Vitivinícola de Cafayate.
Ellos formaron una cooperativa para mejorar las condiciones de venta de la producción de uva y por ese camino llegaron a mejor producir su propio vino torrontés, aunque luego de tener el producto final se enfrentaron al problema de “sacar” a la calle la producción y correr contra el reloj del vencimiento del producto. Luego de varios encuentros nos propusieron distribuir el vino en nuestra zona, instancia que nunca habíamos intentado, y el resultado fue bajar un vino en Rosario (con el valor puesto por los productores más el transporte) y ofrecerlo a otras organizaciones sin agregar valor por las tareas de distribución para ayudar en esta primera instancia a los compañeros de Cafayate. De esta manera el vino se repartió con los compañeros de Frutos del Trabajo, con Puentes del Sur, con la fábrica recuperada Mil Hojas de Rosario, con la Toma, etc., a un precio de distribución solidaria.
La propuesta es sencilla, y por supuesto no desconoce las múltiples variantes que la distribución en escala de las producciones de la economía social pueda conllevar en la media en que demande cada vez más trabajo para ser realizada. La podríamos sintetizar en la idea de contar con un stock colectivo de las diversas organizaciones, rurales y urbanas, que agrupe las tareas de producción y distribución en diversos nodos. El beneficio de la distribución solidaria, será menos la diferencia de valor de venta de los productos, que la multiplicación de los nodos de comercialización.
El beneficio de tal red será contar cada vez con mayor cantidad de puestos de ventas de lo que cada grupo produce, distribuidos por todo el país. En principio creemos que las pequeñas organizaciones urbanas como las nuestras deberán realizar el esfuerzo de estar a la altura de las necesidades de intercambio con grupos extensos como los que conforman las organizaciones campesinas, por Ej.
Sin embargo, creemos que no está en la salida hacia ese afuera del mercado de consumo la verdadera riqueza de las redes de distribución solidaria sino en la creación de instancias de intercambio colectivo entre organizaciones que apunten cada ves más al auto sustento, o al menos a la cobertura cada ves mayor de necesidades de cada grupo.
La búsqueda de consumidores externos a los grupos y empresas sociales, no necesariamente nos resolverá nuestros problemas, aunque quizá el desarrollo de formas autónomas de intercambios termine incentivando otras prácticas de consumo, acercando a este mundo en gestación a personas que hoy no nos visualizan. Es decir, haciéndonos más fuertes donde hoy somos débiles (en la construcción común de un stock de intercambio solidario) construyendo un mercado de intercambio como forma de encuentro social y político, en el que podamos hacer jugar a la vez las capacidades productivas de las diferentes organizaciones y sus respectivas necesidades de consumo; podremos conseguir más fácil lo que hoy nos cuesta tanto, el ingreso de recursos para la reproducción económica y su crecimiento sobre la base de la propiedad común de las diversas producciones que hoy estamos llevando adelante.
Muchos sectores del campo popular, que están trabajando a favor de la reconstrucción de lazos sociales y políticos, como gremios con conducciones progresistas, mutuales de empleados, grupos autogestivos, organizaciones ambientalistas, etc.
O nos ven al “revés” gracias a los anteojos alienados del consumo capitalista. No olvidemos que un mero consumidor es alguien que ha perdido confianza en sus propias capacidades productivas.


Aporte de la Comisión de Comercio Justo de la Coop. Mercado Solidario Ltda.