sábado, 10 de enero de 2009
Viaje a Cafayate
Construcción solidaria en Cerámica EL Obelisco
Durante el mes de enero de 2009, un grupo del Mercado Solidario, viajó a Cafayate para participar de una experiencia de autoconstrucción e intercambio con los productores de cerámica utilitaria y decorativa El Obelisco, quienes desde el año 2006 están vinculados por prácticas de intercambio con nuestra cooperativa.
Mirtha y Mario los referentes y hacedores principales de la cerámica viven en una zona desértica del Valle de las Conchas a 20 km de la ciudad salteña. Allí ocupan un espacio de terreno donde viven, fabrican y venden sus productos. Con un corral de animales, una techumbre donde procesan la arcilla que consiguen en canteras de la zona y una pequeña habitación donde duermen, nos enseñaron la decisión que hace tiempo vienen practicando de retomar formas de producción y permanencia en la tierra dignas de la tradición calchaquí, uno de los pueblos originarios que resistieron más largamente el embate de la conquista.
Nuestro trabajo ayudó a consolidar ese espacio vital, terminando el techo de dos habitaciones en las que los productores ven la posibilidad de avanzar en el montaje de una vivienda digna y un espacio de comercialización de las producciones de la economía social y solidaria.
También estuvimos compartiendo las luchas organizativas de los amigos de la Coop. Vitivinícola de Cafayate, de quienes recibimos desde hace dos años el vino torrontés y con quienes intentamos seguir construyendo vínculos de intercambio solidarios que nos permitan sostener el crecimiento de otra economía no basada meramente en el afán de ganancias. Con ellos visitamos el predio en el que están levantando su propia bodega, con mucho esfuerzo y coraje. Mientras conversábamos con los productores de la cooperativa fuimos entendiendo por qué la lucha por la tierra es un problema extendido en todo el territorio nacional. Mientras emprendimientos apoyados en el monocultivo de soja ven crecer sus ganancias, los campesinos verdaderamente pequeños o sin tierra deben resistir permanentemente el embate de la apetencia empresaria y la desatención de los gobiernos. En la ciudad de Cafayate, nos contaron, los pobladores nativos no cuentan con la posibilidad de acceder a terrenos para construir sus viviendas o emprendimientos porque todo fue quedando en manos de los grandes bodegueros.
Reunión con una comunidad del Encuentro Calchaquí
En este viaje tuvimos además una alegría extra, conocer de cerca la experiencia comunitaria del Encuentro Calchaquí. Los compañeros nos llevaron hasta San Antonio, un paraje en la falda de las montañas cercanas a Animaná donde existe una de las comunidades de familias de la organización. El objetivo del Encuentro es sencillo, vivir en forma comunitaria, trabajando, estudiando y defendiendo el derecho de sus familias a seguir perteneciendo al suelo donde nacieron ellos y sus padres. Sin embargo la sencillez de la vida social siempre peligra por la avidez de ganancias y la complicidad del poder. Muchas de estas familias de campesinos corren riesgo de perder su paraíso (viendo las imágenes que nos trajimos sabemos que no es una metáfora) porque siempre hay alguien con dinero para “invertir” que desea sus tierras y por supuesto la infamia del sistema siempre presenta la excusa de los beneficios de una mayor explotación comercial por parte de grupos con capacidad de invertir capital en desmedro de formas más tranquilas de reproducción económica. Uno de los compañeros nos contó que les están reclamando sus tierras alegando el derecho que se atribuyen unos inversores de haber pagado unos años de impuestos, mientras su familia vive en ese sitio hace por lo menos 150 años.
En este trabajo entre amigos, recibimos la ayuda del Pte del Centro de ex soldados combatientes en Malvinas, Rubén Rada y sus compañeros quienes realizaron el trasporte de las producciones de cerámica, vinos, nueces y pimentón de El Obelisco, Coop Vitivinícola y Encuentro Calchaquí, nos recordaron que la soberanía también hay que defenderla en las montañas que quieren arrasar con minas, en la tierra que quieren agotar con monocultivos y en el agua que si los dejamos nos terminarán primero contaminando y por último negando.